De Pirineos.Ordesa |
Quizá sea todavía más difícil de entender que, en muchas ocasiones, todos nuestros esfuerzos van encaminados a la cumbre de una única montaña que idealizamos y se convierte en nuestro totem durante mucho tiempo e incluso para siempre.
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Y cuando por fin conseguimos llegar a ella sentimos un mezcla de alegría y de tristeza, como la del que llega al final de un camino y no sabe muy bien por donde debe seguir. No hay nada especial en la cumbre, ningún caldero de oro brilla al final del arco iris.
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Se cumplen las sospechas de los escépticos: nuestro lugar sagrado no nos aporta mucho más que buenas vistas, a algunos solo vanidad y ganas de notoriedad. Para nosotros, como para muchos otros, el verdadero valor de una cumbre esta en el camino que nos lleva hasta ella. En el camino encontramos las respuestas a nuestras preguntas, resolvemos problemas técnicos pero sobretodo nos encontramos ante nosotros mismos como no lo podríamos hacer en ningún otro lugar: aprendemos de nuestro miedo, de la soledad y del compañerismo de los demás, lloramos y reímos...
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Y a veces también morimos. La montaña nos permite ver la vida con otra dimensión. Como dijo Bonatti la montaña es una gran escuela de la vida.
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Y el camino que nos lleva a la cumbre de una montaña empieza en el momento en que tenemos el valor de decidir convertir nuestros sueños en realidad. Mucho antes incluso de poner el primer pie en la montaña.
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Víctor era una persona modesta y "su" montaña, por fuerza, también debía de serlo. No aspiraba a escalar grandes paredes ni montañas de gran altitud, estaba especialmente atraído por Ordesa y el Monte Perdido. En multitud de ocasiones caminó solo por aquellas montañas, muchas veces sin llegar a las cumbres, "perdiendo" el tiempo para contemplar los detalles más pequeños, como el sonido del agua en la Cola del Caballo o las marmotas corriendo cerca de Sarradets. Luego nos sirvió de guia improvisado en un salida de un fin de semana en marzo, todo fue un desastre pero nos contagio su entusiasmo, su dedo índice no dejaba de apuntar todo el tiempo como si quisiese que pudiésemos ver a través de sus ojos.
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Luego llegaron los intentos al Monte Perdido ( 1 y 2), pero siempre había algún motivo por el que no podíamos subir. Después ya no hubo más oportunidades para él.
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El último día que Víctor paso en Ordesa volvíamos a La Pradera desde el refugio de Goriz por la Faja Pelay. Víctor estaba bastante fastidiado con una neumonía bastante fuerte pero aún se ofreció a ayudarnos en todo momento, a llevar la mochila a los demás o a lo que fuese.
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Nosotros volvimos a Ordesa unos meses después de que Víctor muriese. Nos acompañaba una foto suya que subimos a la cumbre del Monte Perdido, la que le faltaba, la que no pudo ser.
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Una vez estuvimos en la cumbre algunos disimulamos las lágrimas. Solo le ayudamos a subir a la cumbre por que el camino que le hubiese llevado hasta ella él ya lo había superado con creces.
3 comentarios:
Si, por fin llegó el día!
Fué una pena que sólo nos pudiese acompañar Víctor en "foto" porque me hubiese gustado compartir esta cumbre con él, y estoy segura de que le hubiese encantado!!
Nos salió un día muy bonito, y disfrutamos mucho de la subida, aunque la bajada fué un poquito accidentada y me dejó una cicatriz para que me acuerde de este día el resto de mi vida :-)
Vale! soy la responsable de la cicatriz, pero tienes que reconocer que nos reímos un ratillo. Qué difícil es arrastrar a tanta gente! Para que luego digan de la Escupidera..
Habría estado muy bien ser cinco en la cumbre.
Bueno, si es dificil arrastrar a tanta gente imaginate pararla!!!
A Sísifo nunca se le acumulo tanto trabajo ;-)
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